3.

Estoy con Ana, el sábado tarde, en una fiesta. Me ha llevado ella, dependo completamente de ir y volver, así que cosas feas y escandalosas no proceden. Ella no sabe nada de mi reto de 100 amantes en un año, para ella soy la "niña buena" modosita, y, como es más atrevida, me ha comentado ir a un encuentro de swingers, solteros y casados, tanto por si vivimos una experiencia como si encontramos a alguien, y me parece perfecto. Ana trabaja conmigo, es ingeniera, y yo soy una de las auxiliares administrativas de la oficina, de su grupo. Sabemos que hasta las 2 horas, como hemos pactado, no salimos del local (nos ha costado 60 euros la entrada), y para cualquier cosa, nos llamamos o nos vemos en el vestíbulo, si nos perdemos, llamando a alguien de la organización para que nos ayude a reencontrarnos. 

La fiesta es en una antigua mansión de campo, cerca de Sencelles. Es muy bonito, adornado con luces, y fiesta en los salones. Hay habitaciones para encuentros que surjan, de forma privada, pero, en algunas, los invitados pueden fornicar allí en medio, como quieran. Nos han pedido las analíticas previas, y todo es legal y consentido.Una vez hemos entrado, cogemos una copa cada una (la mía es de Bourbon con cola, y sube rápido), y bailamos la música del momento, algo de reggaeton que hace que entremos en calor. Un hombre musculado, cabello corto, algo más bajo que yo, pero muy atractivo, con pantalón gris y camisa blanca, muy elegante incluso gestualmente, que se parece a Pablo Martín el abogado de mis sueños tórridos y calientes, se acerca, y me dice: 

-Hoy estoy libre, mi mujer está con su amante, ¿te apetece jugar?

Y sí, claro. Podría enamorarme de él, pero ya me lo ha dicho, está casado. Y.yo,  bastante borracha, aunque sea sólo de una copa, le contesto:

- Hazme tuya.

Me coge de la mano, me lleva a una habitación con una cama grande, donde me deja tumbada, cierra con llave y me desnuda, besándome primero en los labios, y luego por todo el cuerpo. No se quita la ropa, me siento su juguete, pero lo que hace es masturbarme, acariciarme, tocarme y agarrar mis zonas más redondas, y dejarme ir de placer. Una vez preparada, me pide que me ponga a cuatro patas, y obedezco. Se quita la ropa, sin verle yo, y me empotra, de forma inesperada, con preservativo puesto, mientras me da cachetes en los glúteos, algo que me excita más. Me coge del cuello, y, dulcemente, me susurra:

- ¿A qué te gusto? 

Y asiento, excitada, disfrutando el momento, de su pene dentro de mi, de su juego dominante y de su ser. Se corre tras yo irme, se quita, se viste y yo, aún desnuda, le quiero pedir que repita, pero sólo cierra la puerta y me deja sola, en la cama, como una perra, con la ropa que me tengo que poner antes de que alguien entre, y un preservativo sucio en la papelera como recuerdo de algo que ha sido...

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