78.
Después de repudiar a señores mayores que se creen chicos (es una pena pero hay que saber distinguir, y aunque tengan dinero, no es lo que busco) y prefiero esperar. Recuerdo que tengo dos hombres en el candelero: uno, Javier, con el que me vi hace dos días, y otro, José, del que espero noticias...
A todo esto, alguien casi me atropella en un paso de cebra. Baja, y, alarmado;
- ¿Estás bien?
Es guapísimo.
- Sí, no es nada. En serio.
- De veras...
- En serio...
- Ay, espero estés bien. En serio. Bueno, te dejo una tarjeta, llamame mañana y nos vemos y me aseguro que sigues bien.
Y encantada, acepto.
Al día siguiente, le invito a casa. Charlamos, se llama Miguel, y está separado. A todo esto, suena el móvil, pero no lo coge. No para de hablar y escucharme, con los ojos puestos en mi, mientras se toma un café que le he preparado. Y de repente, me acerco y le beso, y me lo devuelve, y mi sala de estar es la única observadora de un encuentro sexual pasional increíble, con cuatro orgasmos por lo menos, diversas posturas y un orgasmo masculino en mis pechos. Nos duchamos juntos.
- Llámame. Cuando quieras.
Y ahora, son 3 los que son de mi interés.
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